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Escucha, oh SEÑOR, mi voz cuando clamo; ten piedad de mí, y respóndeme. Cuando dijiste: Buscad mi rostro, mi corazón te respondió: Tu rostro, SEÑOR, buscaré. No escondas tu rostro de mí; no rechaces con ira a tu siervo; tú has sido mi ayuda. No me abandones ni me desampares, oh Dios de mi salvación. Salmo 27:7-9.
Juan Carlos Alvarado, Hoy Mas Que Ayer
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enero 17, 2013
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